Feria Científica Nacional Juvenil: historia y futuro del intercambio científico
Desde hace décadas, la Feria Científica Nacional Juvenil ha sido uno de los espacios más vibrantes donde la curiosidad adolescente se transforma en preguntas, las preguntas en experimentos y los experimentos en descubrimientos. Esta instancia, organizada por el Museo Nacional de Historia Natural (MNHN), no solo ha fomentado la cultura científica en Chile, sino que ha servido como plataforma para que estudiantes de todo el país conecten, compartan ideas y den sus primeros pasos en la investigación.
Con más de 50 años de trayectoria, la feria representa una suerte de radiografía anual de cómo la juventud chilena comprende, interpreta y se involucra con el mundo que la rodea.
Un poco de historia: del papelógrafo al microscopio digital
La primera edición se celebró en 1970, impulsada por el interés de abrir el museo a la comunidad escolar, motivando a niños y adolescentes a investigar fenómenos naturales y sociales. En aquel entonces, muchos proyectos se presentaban en cartulinas hechas a mano, y las temáticas giraban en torno a recursos naturales, reciclaje, flora y fauna local. Con el paso del tiempo, los formatos evolucionaron: las maquetas dieron paso a modelos computacionales, las encuestas se digitalizaron, y los estudiantes empezaron a incluir referencias bibliográficas y metodologías más sistemáticas.
Pese a estos cambios, el corazón del evento se ha mantenido intacto: darle voz a una generación que no teme cuestionar lo establecido ni imaginar soluciones distintas.
¿Qué tipo de proyectos participan?
Una de las características más notables de la feria es su diversidad. Aunque las ciencias naturales tienen un lugar destacado, también participan proyectos de astronomía, física, química, psicología, medio ambiente, robótica y ciencias sociales.
| Área temática | Ejemplos de proyectos presentados |
|---|---|
| Medio ambiente | Efecto de microplásticos en ecosistemas costeros |
| Biología | Propiedades antibacterianas de plantas nativas |
| Física | Simulación de energía hidráulica en ríos |
| Astronomía | Detección de exoplanetas con datos abiertos de la NASA |
| Ciencias sociales | Percepción de género en libros escolares |
| Tecnología | Sensores para monitorear calidad del aire |
La selección no se basa en el nivel técnico del proyecto, sino en su claridad, pertinencia, originalidad y en cómo el grupo sustenta sus ideas frente al jurado. Lo esencial es que los jóvenes sean protagonistas de su proceso de investigación.
¿Quiénes participan y cómo se eligen?
Cada año, cientos de colegios postulan desde Arica hasta Punta Arenas. El proceso de selección comienza a nivel regional, donde instituciones como universidades, museos y centros de ciencia organizan ferias locales. Los proyectos destacados pasan a una preselección nacional que culmina con la presentación presencial en Santiago, en dependencias del MNHN.
La versión 2024, por ejemplo, recibió más de 400 postulaciones, de las cuales solo 40 fueron seleccionadas para la exposición final, de acuerdo a cifras disponibles en el sitio oficial del Museo Nacional de Historia Natural.
Este mecanismo garantiza representatividad territorial y permite descubrir talentos en zonas rurales o regiones menos visibilizadas por la prensa.
Más que ciencia: un espacio de encuentro humano
Hablar de la Feria Científica Nacional Juvenil sin mencionar su componente humano sería dejar fuera la mitad del relato. Durante los días de exposición, los estudiantes no solo muestran sus investigaciones, también participan en talleres, visitas guiadas, charlas con científicos, y, lo más importante, conversan entre ellos.
Muchos de los participantes nunca antes habían viajado en avión, ni habían estado en Santiago. La experiencia es transformadora, no solo por el reconocimiento, sino por el contacto con otras formas de pensar, otros acentos, otras realidades.
“Fue la primera vez que me sentí escuchada por adultos que valoraban mis ideas”, confesó Antonia Reyes, expositora de la Región de Los Lagos en la edición 2023.
¿Qué rol cumplen las instituciones públicas?
El evento no se sostiene solo. El Ministerio de Educación, el Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación y la Fundación Chile son actores clave, junto con entidades como CONICYT (hoy ANID), que han aportado fondos, difusión y logística. Esta colaboración interinstitucional es fundamental para que la feria se mantenga gratuita, descentralizada y abierta a colegios municipales, subvencionados y particulares.
El respaldo estatal también ha permitido que el evento se adapte a nuevos contextos. Durante la pandemia, por ejemplo, se implementaron versiones digitales y transmisiones en vivo, lo que no solo mantuvo la feria activa, sino que aumentó su alcance.
Aprendizajes que perduran más allá de la feria
Los efectos de participar en la feria se extienden mucho más allá de la semana de exposición. Según un estudio interno del MNHN, un 60 % de los expositores continúa vinculado a la ciencia o la educación superior en áreas afines. Este impacto se traduce en vocaciones, pero también en ciudadanía crítica.
Los docentes también resaltan beneficios. Los estudiantes mejoran sus habilidades de escritura, argumentación, presentación oral, y aprenden a trabajar en equipo. La feria es una escuela sin pizarras, pero con muchas preguntas, como suele decir uno de sus jurados históricos, el biólogo Juan Carlos Chuecas.
El desafío de mirar hacia el futuro
Aunque la feria ha sabido reinventarse, no está exenta de desafíos. La inclusión de colegios con menos recursos tecnológicos, la capacitación docente en investigación escolar y la necesidad de renovar el formato sin perder su esencia son algunos de los temas que se debaten puertas adentro.
Se han propuesto iniciativas como crear una plataforma en línea permanente donde los proyectos puedan ser consultados y replicados por otros colegios. Otra idea en desarrollo es la publicación de una revista digital con los trabajos seleccionados, bajo estándares de divulgación científica juvenil.
¿Por qué es tan relevante esta feria hoy?
En tiempos donde la desinformación prolifera y las redes sociales difunden verdades a medias con una facilidad inquietante, espacios como la Feria Científica Nacional Juvenil se vuelven aún más valiosos. Allí, el pensamiento crítico no se declama, se ejercita. No se impone una verdad, se construyen argumentos.
Esta feria demuestra que la ciencia no es propiedad exclusiva de expertos con doctorado, sino que también pertenece a quien se atreve a observar una lombriz bajo una lupa o a medir el impacto de la basura en un humedal. En ese sentido, es una escuela de pensamiento libre.